Bienvenidos

Bienvenidos.
Soy Eufrasio Fàbregas, biógrafo y admirador del señor Barroso y he tomado entre mis manos la misión de propagar la vida y el trabajo de este gran artista a través de este blog. Para ello dispondré de unos Bloques que se actualizarán mensualmente y que os expongo seguidamente.
1.- Correos: Podéis enviar vuestros comentarios acerca del señor Barroso al correo electrónico: el.sr.barroso@hotmail.es (Cualquier correo que llegue a esta dirección podrá ser publicado, y si no figura vuestro nombre o nick aparecerá con vuestra dirección de e-mail)
2.- Eventos: Aquí figurará la actualidad más rabiosa acerca de actuaciones y vivencias del señor Barroso.
3.- El gran libro de autoayuda del señor Barroso: Cada mes será publicada una página de esta magna obra que ha ayudado a tanta gente.
Y si lo que quieres es contactar por motivos profesionales, entra en http://www.cirkonita.com/

Podéis rememorar los mejores momentos del espectáculo del señor Barroso en:

www.youtube.com/watch?v=H9QcwPxTECA

domingo, 1 de septiembre de 2013

SEPTIEMBRE

Eventos
El señor Barroso es un artista del Renacimiento y para demostrar su domino en varias artes (ya habéis podido comprobar su maestría en los escenarios y la genialidad de su pluma) os presentamos un libro ilustrado pensado para la educación de los más pequeños que iremos publicando durante las próximas semanas en este blog.

Como sólo hemos podido encontrar la edición en catalán, acompañaremos su edición en este blog de una traducción para los que tengáis dificultad con este idioma.
PEO has pain in his foot
Text and drawings: El señor Barroso
Catalan translation: Eufrasio Fàbregas
He is stupid
It hurts
He is stupid
He is stupid
El Gran Libro de Autoayuda del Señor Barroso.
-18-
Dinero
Lo mucho se vuelve poco con solo desear más.

Quevedo

En los albores de la humanidad, algunos de nuestros predecesores se dieron cuenta que si intercambiaban sus bienes todos salían beneficiados (por ejemplo: si he cazado dos conejos puedo permutar uno por manzanas a alguien que las haya recolectado, y me puedo dar el lujo de comer conejo con manzanas), de este modo nació el comercio. A pesar de que eso supuso un incremento en el nivel de vida de aquellos pobladores de la tierra, pronto se vieron sus limitaciones e inconvenientes (si he cazado dos mamuts y uno lo dedico al intercambio, ¿qué coño hago con ocho toneladas de manzanas?), por lo que se tuvo que inventar el dinero[1].
Las primeras monedas que se conocen se acuñaron en Lidia, y eran una mezcla de oro y plata y su valía venía dada por la cantidad y calidad de los metales que las componían. Después se inventó el papel moneda y el dinero ya no tenía valor per sé, si no que daba derecho a canjearlo por cierta cantidad estipulada de oro, hoy en día el dinero vale lo que decidan los que mandan en la economía; bajo el dictado de los que verdaderamente mandan en la economía.
Y, por fin, llegó el invento que estaba esperando la humanidad; la tarjeta de crédito. Esa panacea con la que puedes comprar cualquier cosa sin pararte a pensar si está dentro de tus posibilidades, al fin y al cabo paga el banco, hasta que llega un día que te ves viviendo debajo de un puente y mendigando unas monedas que, evidentemente, sólo te pueden dar los que no utilizan tarjeta de crédito.
Sin embargo, a pesar de que el intercambio pecuniario sólo presenta ventajas (sobre todo para algunos), su presencia en la sociedad humana no ha sido continua, hubo una etapa en la historia de la humanidad en la que decayó la población de las ciudades, se congregó en pequeños grupos, casi desapareció el comercio internacional y la moneda, y, para la mayoría de las transacciones, se volvió al trueque: la maravillosa Edad Media, floreciente época de caballeros y damas, de justas y juglares, de hambrunas y pestes, del potro y la hoguera. Así que si eres de los que piensa que se viviría mejor sin dinero, te recomiendo que te hagas eclesiástico o noble, porque si te  toca ser siervo desearás que las monedas y los billetes vuelvan a la circulación antes de haber suscrito la encomienda.



[1] Es cierto que no se ha encontrado ningún cadáver de la época sepultado bajo una montaña de manzanas y que tuvo que pasar un largo lapso de tiempo hasta la invención del dinero, pero eso no menoscaba la poesía y elegancia del argumento ni su practicidad a la hora de abordar el tema que nos ocupa.